En las últimas décadas, el concepto del “tercer lugar”, un espacio que no es el hogar ni el trabajo, ha ido perdiendo importancia. Antes, este tipo de lugares como las cafeterías de confianza, los clubes deportivos o los bares del barrio eran parte central de la vida social de la gente, y desempeñaban un papel crucial a la hora de crear y mantener vínculos sociales.
Sin embargo, con el auge del teletrabajo y el uso constante de los móviles, la barrera que separa ciertos aspectos de la vida y los espacios físicos se ha desvanecido. En la actualidad, mucha gente pasa la mayor parte de su tiempo en un solo lugar: su casa.
En este contexto cabe preguntarse, ¿el tercer lugar es ahora más importante que nunca? ¿Cómo los definimos? ¿Qué papel desempeñan las organizaciones en la promoción de espacios de interacción social entre sus empleados? En este artículo exploraremos estas cuestiones y mucho más.
¿Qué es el tercer lugar?
El término “tercer lugar” fue acuñado en 1989 por el sociólogo estadounidense Ray Oldenburg en su libro The Great Good Place. Oldenburg lo describe como un espacio público que proporciona un equilibrio fundamental entre el hogar (“el primer lugar”) y el trabajo (“el segundo lugar”). En estos espacios no hay obligaciones y sirven para cultivar relaciones sociales. De hecho, los terceros lugares son una parte central de la vida social de una comunidad y resultan esenciales para una democracia funcional, según explica Oldenburg en su obra publicada en la biblioteca digital JSTOR.
En el tercer lugar la gente puede relajarse, quedar con amistades, conocer a otras personas, participar en conversaciones animadas y sentir que forman parte de una comunidad. En consecuencia, este tipo de espacios promueven un sentimiento de pertenencia y contribuyen significativamente a nuestro bienestar emocional y social ya que nos permiten evadirnos del estrés de la vida diaria. Algunos terceros lugares pueden ser clubes deportivos, bares, cafeterías o centros culturales.
La ausencia del espacio social
Con la transformación digital, el teletrabajo y el creciente aislamiento al que nos enfrentamos por la tecnología, cada vez se frecuentan menos los terceros espacios. Es innegable que una de las razones de este declive es la erosión gradual de las habilidades interpersonales, que nos hace evitar los contextos sociales. Por ejemplo, ir a la peluquería ya no es una ocasión de interacción social y conversación, sino un momento de silencio y distancia.
Nuestro tiempo libre está protagonizado cada vez más por horas mirando una pantalla, y nuestras interacciones sociales se suelen desarrollar en el entorno digital. Los espacios virtuales ofrecen numerosas oportunidades para conectar y hacer contactos, y cobran importancia en áreas como el desarrollo del talento. Sin embargo, el valor incalculable de las conversaciones en persona, especialmente durante nuestro tiempo libre, sigue siendo irremplazable.
El papel de la empresa en el bienestar social
Hay un debate abierto sobre si la responsabilidad de promover el regreso al tercer lugar recae sobre los empleadores. Por un lado, podemos verlo como una cuestión totalmente personal. Por otro, las habilidades sociales resultan cruciales para las dinámicas de equipo y, en última instancia, para el éxito empresarial. Antes las empresas ofrecían clubes deportivos para sus colaboradores, proporcionando una vía de socialización con compañeros fuera del entorno laboral.
Cada vez son más las empresas que reconocen que el bienestar y la productividad de sus colaboradores se extiende más allá del entorno laboral tradicional. Una plantilla contenta, que mantiene relaciones sociales y se siente bien consigo misma tiende a ser más productiva, más creativa y suele necesitar menos bajas por enfermedad. Mantener relaciones sociales y desarrollar un sentido de comunidad puede beneficiar de forma directa la vida laboral, el rendimiento de los equipos y el éxito profesional en general.
¿Qué pueden hacer las empresas para promover el tercer lugar?
Hay varias formas de animar a los colaboradores a reconectar con los espacios sociales y promover un sentimiento de comunidad:
- Actividades de team-building fuera de la oficina: participar en maratones, eventos culturales o festivales, comidas en grupo u organizar actividades después del trabajo; son ejemplos de team-building que brindan oportunidades a los colaboradores para juntarse en un entorno informal y construir vínculos personales valiosos. La única regla: no se permite hablar de trabajo.
- Flexibilidad de participación en actividades: las empresas pueden promover la participación en clubes locales o voluntariados ofreciendo horarios flexibles o huecos destinados a este tipo de actividades.
- Creación de espacios comunitarios en el trabajo: las organizaciones pueden establecer sus propios terceros lugares en el trabajo. Zonas de descanso, una cafetería acogedora, tableros de tenis de mesa o futbolines que pueden servir para reuniones informales y conversaciones sobre temas no relacionados con el trabajo.
- Uso precavido de soluciones digitales: en lugar de ver las redes sociales como una distracción, las empresas pueden promover el uso de plataformas digitales que realmente logran una interacción real. Las actividades de team-building o las plataformas para reuniones informales entre colaboradores pueden ayudar a forjar y mantener relaciones sociales, incluso a distancia.
Comunicarse con personas de otras culturas puede llevar a un conjunto de malentendidos. Esta infografía explora la comunicación intercultural y cómo las normas culturales influyen en las interacciones globales.
¿Es responsabilidad de las organizaciones crear terceros lugares?
Es cierto que se podría decir que crear espacios que sirvan como tercer lugar no es una de las principales responsabilidades de una organización; cada uno es responsable de su propio bienestar social. Sin embargo, en un entorno laboral cada vez más marcado por el teletrabajo y la flexibilidad, hay que adoptar nuevos enfoques para prevenir el aislamiento social.
La conciliación de la vida laboral y familiar va más allá de separar el trabajo de la vida personal; también significa crear espacios y huecos para las interacciones sociales. Las organizaciones que lo saben pueden ayudar a garantizar la felicidad, la vida social y la salud mental de sus colaboradores. Esto da lugar a una mayor productividad a largo plazo y a un mejor rendimiento, lo que beneficia a ambas partes.
Inclusión y participación como factores de éxito
El tercer lugar en una empresa ofrece un valor añadido real, especialmente cuando los colaboradores se involucran activamente en dar forma a estos espacios sociales. En general, cuando los colaboradores pueden contribuir con sus ideas, tienen más probabilidades de participar en estas actividades y espacios comunitarios. Su participación aumenta las posibilidades de se les dé uso a estas iniciativas. Así los terceros lugares se pueden convertir en parte vital de la vida social de una empresa.
El futuro del tercer lugar
Puede que muchos hayan abandonado el tercer lugar en la era digital, pero su importancia en el bienestar social sigue siendo la misma. Con el aumento del teletrabajo, debemos buscar nuevas formas de reavivar este tipo de espacios sociales, por ejemplo a través de apoyo empresarial o mediante un retorno a los hábitos sociales tradicionales que contribuyen a fortalecer el sentimiento de comunidad.
Las empresas que se toman en serio el bienestar de sus colaboradores saben que el tercer lugar puede ser un factor crucial en la creación de una buena vida laboral.
¿Tu organización cuenta con un tercer lugar? ¿Qué opinas al respecto?